Tu móvil viene con un software preinstalado, una ROM del fabricante. Sin embargo, puedes instalar una custom ROM; es decir, una imagen del sistema –al completo- personalizada por terceros. Y esto implica algunas ventajas e inconvenientes que deberías conocer; además, no es un proceso sencillo para cualquier tipo de usuario, porque no se puede hacer la instalación de forma directa en el dispositivo.
¿El problema? Que al instalar una custom ROM tendremos que empezar de cero formateando el dispositivo y, si la tuviéramos, se perderá la garantía del fabricante. Por otro lado, hay custom ROMs estables y con rendimiento excelente, pero otras son versiones experimentales que pueden dar algunos problemas en el funcionamiento de características concretas. Por otro lado, nos obligarán a instalar las GAPPS de forma independiente.
De esta forma, podemos tener ROMs más limpias que las de los fabricantes, ya que los desarrolladores adaptan estas ROMs AOSP con modificaciones a modelos que venían con una ROM personalizada de la firma. En muchos casos, las ROMs de los fabricantes tienen un mal rendimiento, ya que añaden servicios propios, aplicaciones, layers para tener distinto diseño, y muchísima más sobrecarga de software, que hace que el conjunto final acabe siendo demasiado pesado. Las Custom ROM acaban con este problema, y harán de tu móvil algo mucho más fluido.
No nos vamos a engañar, hasta hace un par de años Android dejaba bastante que desear en rendimiento. Las ROMs de los fabricantes eran extremadamente lentas, y el lag, los cierres forzados y las inconsistencias eran frecuentes, demasiado frecuentes.
Todas ellas estaban basadas en el Android prácticamente stock, para asegurar el mejor rendimiento. Cuanto más limpia sea una ROM, mejor rinde, y esta suele ser la filosofía de las Custom ROMs.